Santiago Auzmendi (1940-2014) supo muy pronto que en su pueblo natal, Lazkao, no iba a encontrar lo que perseguía. Tenía una causa para dar rienda suelta a su rebeldía. Recaló en Barcelona y ahí conoció al famoso sastre catalán Jospeh Camps, su maestro. Aprendió rápido y no paró hasta su último respiro.
A finales de la década de los 50, abría su primera sastrería en Lazkao. Ya por aquel entonces se agarraba, con atrevimiento y sin complejo, a las últimas tendencias. Muchos descubrieron con él los polos Lacoste y su cocodrilo, que el tenista René Lacoste lanzó al mercado en 1933.
En Lazkao la sensación de ahogo no le abandonaba. Pero tampoco se adueñaba de la valentía suficiente para dar el salto a la capital. Optó por abrir un establecimiento en Hernani. Sus colecciones prêt-à-porter y su fama empezaron a repuntar al tiempo que comenzaban a merodear por la tienda personas conocidas como los jugadores de la Real Sociedad.
En 1970 cumplió su sueño. Su firma había llegado a Donostia. Los paseantes se paraban en el escaparate de la calle Bergara a mirar sus trajes, verdaderas joyas de artesanía textil. Auzmendi siguió creciendo e inaugurando ampliaciones. En 1985 contaba con una cartera de 2.500 clientes y llegó a confeccionar 1.600 trajes al año.
Valorado y apreciado por la casa Prada de Milán, por su sabiduría y personalidad, el “cirujano de la moda” dedicó su vida a montar y desmontar prendas, aplicando sus continuos estudios y conocimientos en la ingeniería de la costura. Trabajaba sin patrones previos, cortando y trabajando directamente sobre el tejido, según le bullían las ideas en la cabeza.
Un genio de la moda que nos ha enseñado a romper moldes, traspasar fronteras.
Se fue. Pero en Auzmendi sigue latiendo el mismo espíritu que llevó a su fundador a Barcelona para que su sueño dejara de ser sueño.